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Un abordaje del feminicidio desde la convergencia entre teoría y activismo


2014-12-05
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La Razón

La concepción de identidad implícita en este discurso supone una homogeneidad dentro del grupo en cuestión y una indistinción de las relaciones de género.

A partir de la ruptura con la Asociación Bru, el caso comenzó a ser enfocado desde la perspectiva identitaria de cada grupo. A pesar de las diversas perspectivas ideológicas, el término feminicidio empezó a circular en las voces de los sectores. Por ejemplo, Marilí afirmó que “nosotras, cuando tomamos el caso de Sandra, le tratamos de dar el eje, o sea, no tratarlo como un asesinato más, sino como un femicidio, de ahí que se empieza a hablar de femicidio, la violencia estructural que sufren las mujeres por el hecho de ser mujeres” (Comisión de Género de la Facultad Humanidades).

Magui agregó: “(…) y me parece que lo logramos en algún sentido, ahora no se está hablando más de eso (el asesinato de Sandra como un caso de inseguridad), le pudimos dar un contenido más desde nuestra perspectiva de género” (Comisión de Género de la Facultad de Humanidades).

De este modo, la noción de feminicidio comenzó a ser asociada al crimen de Sandra, mientras que algunos sectores la utilizaban directamente (comisiones de género, agrupaciones feministas), otros la incorporaron más tardíamente (Eduardo) en un proceso de resignificación y apropiación terminológica que daba cuenta de las especificidades del crimen.

Por último, es necesario destacar que ciertos sectores no se habían apropiado del concepto, pero tampoco se oponían a que el mismo sea el eje que predomine en banderas, grafitis, pintadas en el Archivo donde Sandra fue encontrada muerta, entre otros. Esta fue la posición que tomaron la Organización Identidad contra la Discriminación y la Comisión de Mujeres de Mafissa.

A continuación, profundizaremos esta distinción respecto de la utilización de ese concepto en relación a las dinámicas de los grupos que se movilizan.

Interpretaciones (identificaciones) del asesinato

Como se dijo, el cuerpo de Sandra estaba atravesado por distintas marcas de subalternidad. Cada grupo se apropió de una de ellas jerarquizándola como eje central que da sentido político al crimen. Si bien en este momento del proceso se logró que el concepto de feminicidio fuera utilizado por los grupos para nombrar el asesinato de Sandra, nos preguntamos ¿hasta qué punto se comprendió lo que el término en un sentido feminista quería explicar? Al analizar las entrevistas, canciones y discursos registrados sobre el crimen, se evidenció que en algunos grupos la indistinción de género se mantenía.

Esto es que el hecho de que Sandra sea mujer es irrelevante para la comprensión y explicación de la violencia que sufrió. Por ejemplo, la Organización Identidad contra la Discriminación tomó el hecho como un ataque contra los pueblos originarios, reivindicando a Sandra como “una hermana indígena”.

En este sentido, Juan señaló que “nuestro trabajo está encaminado a nuestra identidad como indígenas, seres humanos que habitamos por miles de años esta tierra, nuestra tierra estaba abierta a todos los seres humanos sin diferencia y distinción de nacionalidades, de raza, de etnia, de credo, de religión, económicas, social y cultural. Como gente originaria exigimos también ese mismo trato, esa misma retribución a estas autoridades que no saben hasta ahora dar una respuesta, a pesar de que este horrible crimen ha sucedido dentro del ámbito de las reparticiones del Gobierno.”

La concepción de identidad implícita en este discurso supone una homogeneidad dentro del grupo en cuestión y una indistinción de las relaciones de género. Cuando Juan tomó la palabra en nombre de los pueblos originarios, se refirió a los mismos en tanto un grupo homogenizado en masculino. Por más que reconoce a Sandra como una hermana indígena, denunció que el Estado los discrimina por “negros grasas”, o sea, en tanto varones indígenas y, refiriéndose al gobierno, sostuvo: “son unos racistas discriminadores y no nos dan audiencia porque somos los negros grasas”.

En nuestra opinión, entender el crimen como un ataque racista implicó no reconocer el carácter patriarcal de una violación, acto que precedió al asesinato de Sandra. Esto se reflejó cuando Juan afirmó que “lo que le ha pasado a Sandra también nos puede pasar a algunos de los presentes”.

La no lectura de la violación como una violencia específica contra las mujeres también es compartida por otros sectores. En este sentido la madre de Sandra, Nélida, afirmó: “Porque si hoy le hicieron esto a mi hija, mañana puede ser uno de ustedes”, donde “uno” se refiere indistintamente a varones y/o mujeres.

La misma interpretación del problema tuvo la Comisión de Mujeres de Mafissa. En efecto, afirmaron que “nosotros, las mujeres de Mafissa, le queremos decir (dirigiéndose a la madre de Sandra) que todas somos madres, todas tenemos hijos, lo que pasó con Sandra nos puede pasar a cualquiera de nosotras”.

Con estas citas queremos mostrar dos formas de sesgo genérico. Por un lado, se refieren a las potenciales víctimas de un ataque como el que sufrió Sandra en masculino (uno, hijos, algunos); esto muestra que no se percibe el carácter disciplinador del feminicidio como mensaje hacia las mujeres, sobre el mismo cuerpo de las mujeres (lo que sería el eje vertical en el análisis de Segato) ya que la amenaza del crimen es extendida, como los discursos lo muestran, a todo cuerpo sin distinción genérica.

¿Cabe preguntarse si podría haberle pasado esto a un obrero? O ¿a un referente varón de los pueblos originarios? Con estas preguntas caeríamos en el absurdo de preguntarnos ¿puede el feminicidio suceder contra un varón?

Por otro lado, las mujeres de Mafissa, al momento de hablar de sí mismas, lo hacen en primera persona del plural en masculino. La expresión “nosotros, las mujeres de Mafissa”, muestra que, a pesar de ser todas mujeres, el sujeto colectivo del imaginario sigue siendo masculino: se autoconvocan en tanto esposas y madres; es decir, se definen en relación a un otro masculino.

Simone de Beauvoir, en El segundo sexo analiza cómo la mujer es definida por el varón, con relación a él, y no en sí misma como un ser autónomo.

La filósofa sostiene que el varón puede (y de hecho lo hace) pensarse sin la mujer, pero ésta no puede hacerlo sin el varón. La mirada masculina reduce a la mujer a un objeto sexual cuya función es satisfacer las “necesidades” sexuales del varón y ser la reproductora de la especie. La humanidad, dice nuestra pensadora, es masculina. En sus palabras: “La mujer se determina y se diferencia con relación al hombre (=varón), y no éste con relación a ella, la mujer es lo inesencial frente a lo esencial. Él es el Sujeto, él es lo Absoluto, ella lo Otro” (De Beauvoir, Simone, 2005:18).

A pesar de que han transcurrido más de 50 años, esta humanidad masculina, este sujeto universal del cual las mujeres no forman parte, sigue expresando una falacia conocida con el nombre de pars pro toto (tomar una parte por el todo). Esto ocurre cuando una parte se hace pasar por el todo.

En este caso, la humanidad, constituida no sólo por varones sino también por mujeres, travestis, transexuales, transgéneros e intersexuales, cae en dicha falacia, en lo que Celia Amorós denomina “virtualidades de universalización” (Amorós, 1996:5). Se habla en nombre de toda la humanidad al mismo tiempo que se deja fuera de dicho concepto, por lo menos, a la mitad de los seres humanos que realmente la conforman.

Visibilizar el sesgo genérico y empezar a nombrarnos como mujeres (evitando las generalizaciones en masculino), creemos, es una manera de ir recuperando un punto de vista propio, una mirada desde nosotras para nosotras.

Volviendo al análisis de los discursos, el asesinato de Sandra es interpretado por las integrantes de la comisión de mujeres de Maffisa como el crimen de un hijo (varón o mujer) que a cualquier madre le puede haber ocurrido. En consecuencia, se solidarizan con Nélida diciendo: “Somos madres que estamos en sufrimiento. Nosotros en la calle, hace tres meses que nuestros maridos están sin trabajo, sin cobrar un peso, tenemos chicos en las casas, tenemos que mantenernos (…), la señora también perdió su hija nosotros estamos perdiendo en cierta forma a nuestros hijos. No tenemos para darles de comer”

Lo que las acerca a las movilizaciones por Sandra es la conciencia política que desarrollaron en el proceso de lucha de sus esposos trabajadores.

Con claridad veían la necesidad de coordinar las diversas luchas para posicionarse estratégicamente siendo la problemática de clase el eje de sus reivindicaciones.

Nos interesa señalar que un punto en común de las distintas argumentaciones que hemos citado es la falta de reconocimiento de la violación como aspecto relevante del crimen. Ninguna/o hace referencia a este suceso previo al asesinato para explicar los motivos del acto de violencia en su totalidad.

El recorte del contexto de violencia en el cual sucede el asesinato de Sandra refleja, lo que María Luisa Femenías denomina “ceguera genérica” (Femenías 2006:60). Es decir, disociar, por un lado, la violación del asesinato y, por otro, no destacar que el o los asesinos fueron varones. Así, se invisibiliza la posición de desigualdad en la que se encontraba Sandra por el hecho de ser mujer.

Cabe señalar que las agrupaciones feministas (Mariposas Mirabal y Azucenas) comparten esta perspectiva (1). A su vez, la Comisión de Género (unlp), si bien analiza el caso poniendo como eje el hecho de que Sandra sea mujer, no deja de tener en cuenta otras variables también importantes, aunque en un segundo plano. Magui señala que “(…) en el caso de Sandra se dan varias cosas, por un lado, que es mujer y todo lo que ya sabemos, que vino de Perú”. Marilí agrega “y no es que solamente lo tomamos por el hecho de que es mujer, sino también otro de nuestros ejes es que es pobre y que es inmigrante”.

Luego del recorrido por las entrevistas es posible identificar distintas posiciones respecto a la incorporación del concepto de feminicidio que dieron a lo largo del proceso de movilización. Estos posicionamientos ideológicos, a nuestro entender, reflejan la relevancia que cada grupo da a las reivindicaciones de género.

En ciertas organizaciones la problemática de género es el eje central de sus estratégicas, en otras la perspectiva fue incorporada a lo largo del proceso luego de intercambios, diálogos y actividades conjuntas. Por último, ciertos sectores ubican conscientemente las demandas de género en un segundo plano, reflejando, como organización, posturas cristalizadas.

Es interesante destacar cómo, a pesar de la pluralidad de perspectivas, se ha logrado la construcción colectiva de un espacio abierto para las discusiones políticas y la coordinación y organización de actividades en conjunto. Las distintas voces encuentran un lugar para expresarse y manifestarse, estableciéndose vínculos de solidaridad indispensables para la continuidad del proceso de movilización.

Conclusión: Ninguna agresión sin respuesta

Un canto que se repite mes a mes en las marchas es el de “Todas somos Sandra”. Este grito colectivo de voces de mujeres expresa, según nuestro punto de vista, el reconocimiento de que lo ocurrido a Sandra puede pasarle a cualquier mujer por el simple hecho de ser mujer.

Retomando lo analizado anteriormente, esta forma de violencia es sistemática y estructural, atravesando cualquier distinción ya sea étnica, de clase, de nacionalidad, etc. Creemos que si no se parte de esta visión es imposible comprender el concepto de feminicidio, ya que éste surge con la intención de visibilizar el sistema de dominación patriarcal que subyace a esa forma de violencia sexista.

Desde este marco de análisis, las estrategias políticas deben enfrentarse a un sistema y no a casos aislados. Y al ser este un problema propio del colectivo de las mujeres, la salida, por tanto, no puede ser individual. La exclamación “Basta de muerte, basta de violencia, ya las mujeres no tenemos más paciencia”, impulsada por agrupaciones feministas y comisiones de género en las movilizaciones, es una intento de ir generando un posicionamiento estratégico común a las mujeres.

En la construcción de esta identidad política, las mujeres, el debate e intercambio es un primer paso. Sería importante, comenzar por difundir estas temáticas en distintos espacios, como la academia, escuelas, agrupaciones políticas, medios de comunicación y toda instancia donde se pueda hacer visibles las problemáticas de género. Esa reflexión es indispensable en el proceso de movilización social.

Creemos que el pensamiento no puede divorciarse de la acción si se pretende transformar las relaciones de desigualdad, en este caso, la que se da entre los géneros. Si consideramos que la movilización es una estrategia válida para comenzar a desmantelar este tipo de violencia estructural contra las mujeres, manifestada en el feminicidio a Sandra, es necesario que esa reflexión se extienda en el interior de los distintos grupos partícipes.

El punto de convergencia respecto a la posición que los distintos sectores tienen en relación al Estado es un elemento sustancial del proceso de movilización. Todos coinciden en que la pelea es contra el Estado, ya sea por considerarlo capitalista, patriarcal o racista. Se ve la profundidad del reclamo político que trasciende a cada acto de violencia particular.

Nos parece altamente positiva la continuidad y el compromiso de quienes forman parte del proceso de movilización de reclamo de justicia por Sandra. Esta continuidad deja abierta la posibilidad de profundizar los debates para que las diferencias de género, etnia, clase, nacionalidad, no nos alejen las/os unas/os de las/os otras/os y que, por el contrario, permitan construir lazos de solidaridad entre los distintos colectivos subalternos. Como diría Audrey Lorde, es fundamental construir “modelos de relación igualitarios (...) (para que las diferencias no estén) al servicio de la segregación y la confusión. (...), (sino para utilizarlas) como trampolín que nos empuje al cambio creativo de nuestra vida” (Lorde, 2004: 123).

Para luchar contra los feminicidios nos parece indispensable que la opresión que sufrimos las mujeres en tanto que mujeres no sea postergada ni subordinada ni invisibilizada. Todas las opresiones que existen deben ser combatidas simultáneamente para evitar las virtualidades de universalización que muchas veces llevó, en periodos revolucionarios, a que se pierdan en el camino las demandas de las mujeres.

A modo de cierre, retomamos la pregunta que nos fue dirigida en aquel congreso: ¿Qué hacer ante un panorama tan desalentador? Nosotras buscamos algunas respuestas y aún seguimos pensando y actuando al respecto. Las posibles formas de confrontación a la violencia patriarcal varían según contextos y sujetos implicados, pero la seguridad en la apertura del campo histórico y en su potencialidad transformadora es, lo que en nuestra opinión, debe hilvanar las distintas acciones.

Los desarrollos teóricos de Rita Segato son fundamentales en nuestra reflexión sobre feminicidio. En La nación y sus otros (2007) la autora parece adelantar una respuesta: “(…) llegamos hoy a una definición de utopía como creencia en la historia en cuanto programa abierto, horizonte que no cierra, campo de incertidumbre e indeterminación. El carácter histórico –es decir, abierto– del destino humano es la gran utopía contemporánea” (Segato, 2007:147).

La permanente apertura de la historia otorga la posibilidad de un pensamiento fluido y no determinista que corre a la par de un activismo en continua reformulación. La oposición de la autora a la determinación histórica deja planteada la posibilidad de “que llegue a existir lo que todavía no existe”. La “imprevisibilidad” propia de la historia como apertura es la clave para no desalentarse ante panoramas y momentos, tanto a nivel teórico y práctico, en los que parecieran estar todas las posibilidades agotadas.

Referencias bibliográficas

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Chejter, S. (ed.) 1990. “María Soledad Morales. Violación y prensa escrita”, Catamarca, Ediciones del Centro de Encuentros Cultura y Mujer (cecym). 2005. Femicidios e Impunidad, Buenos Aires, cecym. Caputo, J., Russell, D. 1990. “Femicide: Speaking the Unspeaking”, en Ms magazine, September/October. __. 1992. ”Femicide” en Femicide: The Politics of Woman Killing,

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Hartmann, H. 1980. “Un matrimonio mal avenido: hacia una unión más progresiva entre feminismo y marxismo”, en Zona Abierta, N° 24, pp. 85-115.

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Nota

1. La agrupación feminista Mariposas Mirabal surgió en enero del 2007, sus integrantes se definen como antipatriarcales y anticapitalistas. Realizan actividades callejeras como festivales, jornadas culturales y movilizaciones en reivindicación de los derechos de las mujeres. A su vez, difunden las ideas y los debates feministas en el ámbito académico. La casa de la mujer Azucena Villaflor es una agrupación de mujeres feminista que funciona desde 1989. Sus actividades se centran en la lucha contra la violencia y la defensa de los derechos humanos de las mujeres. Son parte de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito.

*    Son docentes e investigadoras en Filosofía y Antropología, respectivamente, de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata, Argentina.

Tomado de: Revista Venezolana de Estudios de la Mujer, Caracas, enero-junio 2009, vol. 14, N° 32.

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