Reformas

La no violencia como cultura


2013-10-04
www.el-diario.net

Aún no hemos aprendido a cultivar la no violencia, a poner en la cima de nuestros desvelos otras realidades menos absurdas, a desplegar otras energías más tolerantes y comprensivas.

Por más que celebramos todos los años, a través del referente de una vida armónica como la de Gandhi, coincidiendo con el aniversario de su nacimiento (el 2 octubre), observamos que el lenguaje de las armas sigue hoy tan vivo como ayer. El día que en verdad se haga cultura su manera de entender la existencia, despojada totalmente de todo signo agresivo, la realidad será otra muy distinta. Pienso que, a la hora de valorar esta ansiada paz, que por otra parte nunca llega, hay dos hechos primordiales a considerar. Primero, ahí están los problemas del desarme. No podemos seguir, como diría el pensador, practicando el ojo por ojo porque al final todos acabaríamos ciegos. Segundo, el actual clima de salvajadas está injertándose en la vida civilizada como algo a lo que tenemos que acostumbrarnos. Esta crueldad, que en parte deriva de una decadencia de la conciencia moral, nos está llevando a un pesimismo social de graves consecuencias. Como también diría el pensador, la humanidad no puede liberarse de la violencia más que por medio de la no violencia, o lo que es lo mismo, mediante una asistencia reeducativa. Desde luego, la violencia nos perjudica a todos, es la explosión de una energía bruta incontrolada que degrada a todo ser humano. La misma Carta de las Naciones Unidas propugna inequívocamente, como primer recurso, un enfoque pacífico y no violento, y el uso de medios tales como la negociación, la mediación, el arbitraje y el arreglo judicial. Si la paz se construye desde acciones de paz, las guerras no tienen sentido, porque además no ayudan a la convivencia y dejan tras de sí una estela de dolor incalculable. Las relaciones de amistad entre culturas, lo mismo que la cooperación entre pueblos, germinan de un espíritu pacífico, de una actitud menos egoísta, de una raíz más humana en definitiva. Los planes educativos, por consiguiente, han de tener un papel fundamental que desempeñar para que las sociedades puedan cambiar. Ya lo decía el pensador, que la verdadera educación consistía en obtener lo mejor de uno mismo. Esta es la cuestión. Y en cualquier caso, no obviemos que el estado de derecho, el desarrollo sostenible, la consolidación y el establecimiento de la paz, son los elementos clave de la promoción de los cambios no violentos que persiguen las Naciones Unidas. Sin duda, un camino que debemos reflexionar. No puede ser más fácil matar que olvidar un rencor y dar un abrazo. En el ejemplo de Gandhi podemos hallar la inspiración necesaria para entender muchas cosas, o al menos, para seguir trabajando por la paz desde la no violencia. Docentes, líderes sociales y religiosos, familias y grupos sociales, son claves para avanzar en la no violencia. Sabemos que todavía queda una larga caminata por recorrer.

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