Reformas

El feminicidio y la venganza


2014-08-22
www.la-razon.com

¿Cadena perpetua? ¿Pena capital? ¿Quién ganará, la vida o muerte, la Constitución o la venganza?

En ocasión de trabajar la reforma integral del Código Penal para Bolivia, Eugenio Raúl Zaffaroni reflexionaba señalando que el derecho y la legislación penal estaban atravesadas por los políticos, quienes necesitan cinco minutos de televisión para hacerse campaña y que esos cinco minutos provienen, generalmente, de la muerte, la violencia, las violaciones, los accidentes de tránsito y la sangre. Nos decía también que la esencia mediática del político no debía extrañarnos, sino alertarnos, tanto como juristas, operadores políticos o hacedores de leyes. Además nos advertía que nunca debemos dejarnos llevar por lo coyuntural de los hechos dramáticos, pues éstos aparecen y desaparecen en la tele, tienen un tiempo muy corto de finitud. Esos hechos terribles que nos muestran la crueldad humana no sirven para hacer política criminal, y por lo tanto, tampoco legislación penal, sino solo para aparecer mediáticamente, y tal como aparecen, desaparecen. Esos hechos dramáticos solo sirven para desempolvar la caja de venganzas justicieras que viven en nuestro subconsciente colectivo. La venganza no es un camino fructífero, lo demuestra la historia del propio derecho penal; lo demuestra la falsa idea de que la cárcel es la solución, como tan falsa es la idea de que la pena de muerte, los trabajos forzados o la cadena perpetua contrarrestan el crimen. Libros enteros, investigaciones de campo, casos concretos nos han demostrado la inutilidad del castigo en sus formas liberales nacidas allá por los tiempos de Beccaria en el primer cuarto del siglo XIX. El siglo XX ha tenido dos guerras mundiales, desarrollo de la ciencia, la tecnología y la comunicación, y desde ese tiempo la pena de muerte ya no es recomendada por las Naciones Unidas. De hecho, se propugna su desaparición universal, por ser parte de los viejos espectáculos de brujas quemadas, de ahorcamientos públicos, de manos destrozadas, orejas y lenguas extirpadas, de fusilamientos por sorteo tal como lo establecía nuestro viejo “Código Criminal Santa Cruz”. La cadena perpetua, inventada en los tiempos feudales, es un recuerdo triste de vidas enteras de enclaustramiento carcelario. Hoy sobrevive al lado de la pena de muerte como ejemplo de algo que no debe hacerse. Los trabajos forzados, inventados también en tiempos feudales, se acomodaron a las necesidades del capital, siendo utilizados prolíficamente durante el siglo XIX. En plena expansión del capitalismo industrial, Francia e Inglaterra eran las abanderadas en su aplicación: obreros gratuitos para las grandes industrias y esclavismo capitalista en los tiempos donde se diseñaba la sociedad disciplinaria que Foucault describirá con maestría en pleno siglo XX. Que la muerte debe acongojarnos, no hay duda. Que la muerte por mano asesina exige justicia, todos estamos de acuerdo. Que hay una enorme debilidad del sistema judicial, nadie dice lo contrario. En el caso Calvo, el asesino ya tiene sentencia: 30 años. Qué caso tiene ahora discutir nuevas penas, cuando hace poco hemos promulgado la Ley Integral contra la Violencia hacia la Mujer. Qué caso tiene generar debates contaminados por la venganza, cuando la familia necesita, tal como lo hizo el Vicepresidente, un sentimiento de solidaridad y paz. Lo planteado por el Vicepresidente es lo que debemos recuperar como sensatez y madurez política. Abramos el debate, pero por fuera de la venganza, con la Constitución en la mano y después de las elecciones. La muerte de una muchacha y el dolor de una familia no deben ser materia electoral, no pueden ser materia electoral.

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