Reformas

Noventa y cuatro


2014-11-09
www.la-razon.com
La Razón

Hay noventa y cuatro mujeres muertas, pero solo una sentencia ejecutoriada.

Noventa y cuatro, parece un número tan inocente como cualquier otro, descarnado y corriente. Pero encierra mucha injusticia y mucha tragedia. Noventa y cuatro son las personas que, en lo que va del año, han muerto a manos de aquellos que alguna vez juraron amarlas. Es un número que se dice fácil, si no se añade a su sumatoria todas las promesas rotas, todos los llantos a ocultas, todas las denuncias inservibles, todas las veces en que se intentó reparar lo irreparable por miedo a la soledad, a la pobreza, al futuro o a la propia violencia.

Hay noventa y cuatro mujeres muertas, pero solo una sentencia ejecutoriada. Hay noventa y cuatro asesinos, pero los cómplices y responsables de esas muertes exceden con mucho ese número. Porque la suegra y la comadre y la amiga que aconsejan resistir y callar son cómplices de los golpes. Y el policía que no acude, el fiscal que no tiene tiempo, el forense que maltrata y el funcionario que no cumple con sus funciones son también cómplices de la muerte a balazos, a cuchilladas o a golpes.

Pero también hay otros cómplices, más indirectos pero no por ello menos responsables: la madre que socapa el machismo de sus hijos varones, educándolos para en el futuro ser esposos golpeadores. El padre que demanda ser servido por las mujeres de su familia, educándolas para ser sumisas frente al maltrato de sus futuras parejas.

Se dice que Bolivia vive una “ola” de violencia machista, pero es muy difícil saber si en los últimos meses o años se ha agravado un mal endémico en nuestra sociedad, o si simplemente existen ahora más mujeres que no se callan y denuncian. Denunciar es ya un gran avance en la lucha por liberarse de la violencia, y por eso es urgente que los canales de denuncia sean expeditos, sensibles y ofrezcan alternativas reales de protección y apoyo a la víctima. De otro modo, a la salida de la FELCV la mujer empieza ya a enfrentarse con la duda: ¿Cómo va a reaccionar él cuando se entere de la denuncia? ¿Qué van a pensar mis hijos al saber que por mi culpa su padre puede ir preso? En muchos casos la violencia psicológica es más poderosa que la violencia física. ¿De qué voy a vivir si él deja de proveer dinero para la subsistencia de mi familia? En muchos casos la violencia económica es más efectiva que la violencia física. Mientras como sociedad no tengamos respuestas para esas angustiantes preguntas, tendremos que contener el aliento esperando que llegue el número noventa y cinco.

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