Reformas

Ley Anticorrupción y hegemonía de poder


2010-03-30
www.la-razon.com/versiones/20100327_007044/nota_246_979617.htm

En Bolivia tenemos una hegemonía que aplasta, que muchas veces no escucha

El 18 de marzo se sancionó en Bolivia una ley para luchar contra la corrupción. La ley toma en cuenta líneas estratégicas de las convenciones internacionales, de las que Bolivia es parte, y establece medidas como la penalización severa de los delitos de corrupción pública y la creación de entidades abocadas a la definición y ejecución de políticas públicas. Incluye, además, la incorporación de nuevos delitos como el enriquecimiento ilícito, la imprescriptibilidad, la recuperación de bienes y activos defraudados o malversados por actos de corrupción, entre otros. La presentación de esta norma, el debate y su posterior aprobación, demoraron bastante tiempo, ya que en la anterior gestión de cuatro años, la oposición había cuestionado una serie de puntos que al no ser resueltos, provocaron su estancamiento definitivo hasta esta nueva gestión. Hoy, cuando la Asamblea Legislativa Plurinacional muestra características totalmente distintas a las de la gestión pasada, la aprobación de la Ley Anticorrupción, buena o mala, ejemplifica una mal entendida hegemonía de poder gramsciana. Lo que plantea Gramsci tiene que ver con la hegemonía de los excluidos, que representa la transformación y la construcción de una sociedad con una nueva estructura económica, una nueva organización política y una nueva orientación teórica y cultural. En ese sentido, la hegemonía, aparte de nuevos resultados en lo económico y en lo político, tendría que tener resultados en lo moral. Es ahí donde la comprensión de este concepto que ha inspirado las acciones del actual Estado parece haber sido mal entendida. Mal entendida porque tenemos en Bolivia una hegemonía que aplasta, que muchas veces no escucha, o que ensordece a la cúpula que se encuentra en el poder. Es una hegemonía que multiplica el poder y que cambió la esencia de las personas. Algunas de ellas, que gobiernan hoy, no son las mismas de hace cinco años. Esta hegemonía es la que no reconoce ni reconocerá nunca las acciones previas de lucha contra la corrupción y que para colmo las repiten otorgándose el mérito de haberlas inventado. Una hegemonía que, por ejemplo, absorbe como un huracán a los ex partidarios de la oposición del pasado, y atrae a algunos componentes de sus circunstanciales aliados en los próximos comicios municipales. Éstos pensarán y sentirán que la mejor decisión después de la ruptura entre oficialismo y su ex partido es dejar de lado toda una construcción colectiva de ideales políticos de vida, compañeros y amigos que fueron parte de esa vivencia y que no habían importado tanto como el hecho de ser parte del poder. Esa hegemonía que no respetó la voluntad de los familiares de Marcelo Quiroga Santa Cruz e insistió en darle el nombre del líder socialista a la Ley Anticorrupción. Hegemonía soberbia que, en definitiva, excluye y representa la manera de hacer política de siempre, así que no construye nada nuevo en términos políticos, sociales y económicos, más bien destruye y se va convirtiendo poco a poco en inmoral. *Jorge Dulón Fernández

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