Un precedente contra el acoso sexual callejero
Recientemente se dictó sentencia en un caso de acoso sexual callejero, marcando un precedente importante en la lucha contra una de las formas de violencia más naturalizadas en nuestra sociedad.
Recientemente se dictó sentencia en un caso de acoso sexual callejero, marcando un precedente importante en la lucha contra una de las formas de violencia más naturalizadas en nuestra sociedad. Si bien el tipo penal fue modificado, lo relevante es que el proceso concluyó con una sentencia de dos años de privación de libertad para el agresor, quien reconoció su responsabilidad en el hecho. Este caso, ampliamente difundido y viralizado en redes sociales, generó un intenso debate público que dejó al descubierto las profundas brechas culturales que aún enfrentamos.
El acoso callejero es una realidad cotidiana para miles de mujeres en el país. Está tan arraigado que muchas veces se disfraza de “halago” o “broma”, cuando en realidad constituye una forma de violencia que limita la libertad y el derecho a transitar sin miedo. La mayoría de las víctimas opta por callar o evitar ciertos lugares.
Lo que hace especial este caso es que la víctima se atrevió a denunciar, rompiendo el silencio y enfrentando no solo al agresor, sino también al juicio social. En redes, fue atacada y culpabilizada por su forma de vestir, revictimizada con comentarios que reflejan lo profundamente normalizado que está el machismo. Eso también es violencia. No se trata de opiniones, sino de agresiones que perpetúan el miedo y el control sobre los cuerpos de las mujeres.
No podemos seguir mirando hacia otro lado. Debemos reconocer y aplaudir el coraje de la víctima, así como el trabajo de la Fundación Kallpa, que acompañó el proceso hasta alcanzar justicia. Esta sentencia no borra el daño, pero abre un camino, demuestra que sí es posible exigir respeto y sanción, y que el acoso sexual callejero puede y debe ser castigado.
Como sociedad, tenemos la responsabilidad de desnaturalizar la violencia, de dejar de justificarla y comenzar a transformarla. Este fallo judicial no solo hace justicia por una mujer, sino que envía un mensaje poderoso: las calles también nos pertenecen. Las mujeres tenemos derecho a caminar sin miedo, sin ser observadas, perseguidas o violentadas.
Que este precedente sea el inicio de un cambio más profundo, donde el respeto deje de ser una excepción y se convierta en una costumbre.
LA COLUMNA DE JINKY
JINKY IRUSTA ULLOA
Abogada. Directora de la Oficina Jurídica para la Mujer y la Fundación Kallpa
jinky.irusta@gmail.com




