Reformas

La cultura de paz ante la violencia


2013-11-03
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Se apunta a las deficiencias del sistema educativo como una de las principales causas de las violencias directa, estructural y cultural.

Los días 30 y 31 de octubre se celebró el Segundo Congreso Nacional de Cultura de Paz en la sede de gobierno. El evento congregó a una serie de instituciones y organizaciones en torno a la construcción de cultura de paz en el país. Fueron tres las áreas de trabajo: educación para la paz, comunicación democrática, análisis y gestión constructiva de conflictos, en la búsqueda de una elaboración de estrategias locales y de la suscripción de compromisos entre los participantes. La Fundación UNIR Bolivia trabaja varios años en la temática. Una de sus últimas investigaciones, realizada en 36 municipios del país, evidencia que en la mayoría de ellos la violencia ha permeado territorios e identidades culturales, económicas y políticas, encontrándose anclada en el imaginario ciudadano; se naturaliza y afianza como parte de las culturas, y se legitima hasta convertirse en cotidiana, y así pasa desapercibida. Se identificó, además, la tendencia a atribuir la violencia a otros individuos, entidades o circunstancias, y, cuando se admitió haberla practicado en alguna ocasión, se la justificó como único recurso disponible. UNIR sostiene que la violencia es una construcción social, una práctica aprendida que se reproduce de generación en generación, conformando un sistema de creencias, actitudes y conductas que se ejercen, transmiten y reproducen en diversos ámbitos de la sociedad, y que el mayor riesgo de culpar al otro por la violencia es caer en el victimismo y no llegar a establecerse como un sujeto autónomo y constructivo. Varios fueron los aspectos mencionados como fundamentos de la cultura de la violencia: la pobreza, que se constituye en una violación a la dignidad humana, se identificó como una condición primaria para la confrontación; el poder, como fuente de conflicto y generador de actos de violencia, se relacionó con la política; la visión predominante sobre el conflicto resultó negativa (resulta sinónimo de violencia), y se afirmó que la violencia de género e intrafamiliar se expresa, tanto de manera directa (física y sexual) como psicológica. Se apuntó a las deficiencias del sistema educativo como una de las principales causas de las violencias directa, estructural y cultural, convirtiéndose en un espacio en el que se las cultiva, por sus características autoritarias y por el escaso esfuerzo de posicionar la educación en cultura de paz. Pilares para la edificación de una cultura de paz en el país. Algunos entrevistados consideraron que la paz y cultura de paz son necesarias en la medida en que ayuden a resolver problemas estructurales que aquejan a Bolivia. Se las asoció con un estado de tranquilidad individual, familiar y social, relacionadas con el respeto de los derechos humanos y el diálogo. Otros señalaron que la paz es un ideal irrealizable y que es difícil imaginarla cuando se cohabita cotidianamente con realidades violentas, la pobreza, el temor, la inseguridad, se es discriminado y excluido de los beneficios sociales. UNIR define que una cultura de paz, en el marco democrático, descansa en la disposición y en las competencias que desarrolle la ciudadanía para participar en la vida en comunidad sin ningún tipo de discriminación; en liberarnos de toda forma de explotación y dominación; en la valoración de la justicia, así como de la libertad propia y de los demás; en un orden económico justo y equitativo que posibilite la superación de la pobreza y proyecte un desarrollo integral que implique una relación interdependiente y de respeto con la naturaleza. La cultura de paz se edifica sobre los pilares de paz positiva, desarrollo integral y democracia real, respaldados por tres líneas de acción complementarias: 1. La Educación para la Paz es un instrumento indispensable para que la humanidad pueda progresar hacia los ideales de paz, libertad y justicia social. Es necesario impulsar y potenciar todo tipo de pensamiento y acciones prácticas y pedagógicas orientadas a la emancipación del ser humano y de la sociedad, sustentadas en el ejercicio pleno de los derechos humanos, tanto individuales como colectivos. 2. La Comunicación Democrática es el proceso de interacción entre personas, grupos, sectores sociales, instituciones, regiones y/o culturas que hace posible el diálogo y la deliberación sobre temas de interés común; se establece como un componente estratégico para avanzar hacia una sociedad equitativa, pluralista y participativa con capacidad de promover el acceso ciudadano a la información y al conocimiento, y para que los medios de comunicación ejerzan su labor orientada a la convivencia pacífica, democrática e intercultural. 3. El Análisis y Gestión Constructiva de Conflictos aprovecha la existencia del conflicto para construir la paz con compromisos a largo plazo, en los que se involucre a la sociedad. Este enfoque convierte al conflicto en un espacio de aprendizaje en el que priman la comunicación, el reconocimiento, el respeto, el diálogo, así como el empoderamiento del actor más débil. Los conflictos sociales ponen a prueba la capacidad de los sistemas políticos para responder a las necesidades y demandas sociales. La gestión constructiva se orienta a fortalecer y mejorar las relaciones entre los actores, evitando que la incompatibilidad de objetivos, o la percepción de incompatibilidad, conduzcan a un rompimiento y a una escalada de la violencia. En el análisis y gestión del conflicto, es ineludible apuntar a profundizar la comprensión de sus causas estructurales. La perspectiva de género debe ser un eje transversal en los procesos de intervención, no sólo sugiriendo acciones para una presencia efectiva de las mujeres en la transformación de los conflictos, sino considerando las consecuencias en su vida y sus formas particulares de gestionarlos. Finalmente, hemos visto la necesidad de efectuar intercambios de experiencias en diferentes espacios de encuentro, que permitan coordinar, articular, capitalizar los aprendizajes, reflexionar sobre la teoría y la práctica, generando respuestas a situaciones conflictivas y de violencia, y promoviendo una convivencia pacífica. Es necesario consolidar una comunidad de práctica que tenga las condiciones para elaborar planes de acción con sus respectivos lineamientos estratégicos, contribuyendo así al diseño de políticas públicas que se conviertan en un referente social. Esta construcción es un proceso de largo aliento, que debe partir del conocimiento y de una correcta interpretación histórica del fenómeno de la violencia y de las contrapropuestas de paz, que permitan transformar nuestra realidad en relaciones y estructuras más inclusivas y sostenibles, sin ningún tipo de opresión.

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